¡Qué duro es lo «soft»!

Recientemente leí una afirmación de Daniel Goleman que me dejó reflexionando: “Nos contratan por nuestras capacidades intelectuales (y técnicas) y nos despiden por nuestras incompetencias emocionales”.

En RRHHpress.com, un artículo hace referencia a un estudio de ManpowerGroup España. En él, leo: «(…) cada vez más los directivos ponen de manifiesto una serie de déficits en las competencias “soft” o de empleabilidad, como pueden ser la motivación, la flexibilidad, la adaptabilidad al cambio o la capacidad de trabajo en equipo, por ejemplo. A pesar de que los conocimientos técnicos y la experiencia siguen siendo partes primordiales (…), actualmente las organizaciones dotan de mayor importancia a estas competencias en los procesos de selección«.

Un poco más adelante, dice: «Sin embargo, una parte considerable de los directivos entrevistados prevé actualmente escasas medidas para compensar la carencia de habilidades que ellos mismos han identificado (…)».

Es decir, las competencias que más caras nos salen cuando las descuidamos son las que tienen que ver con la persona: con cómo somos por dentro, con cómo nos comportamos y proyectamos hacia fuera, con nuestros modelos mentales y sistemas de creencias, con aquellas que son clave para relacionarnos con los demás, trabajar en equipo, liderar proyectos y desenvolvernos con personas de todo tipo, edad y experiencia profesional.

Adquirir una sólida formación y una experiencia adecuada es cuestión de que le dediquemos tiempo y busquemos oportunidades. Sin embargo, comportarnos desde la empatía, desarrollar la escucha, crecer en emociones e inteligencia emocional, incorporar sistemas de comunicación para el entendimiento, o ser conscientes de la propia forma en que nos expresamos y cómo impactamos en los demás, o cómo acogemos la crítica, se presenta mucho más complicado. Igual que lo es identificar qué barreras mentales nos construimos o cómo fundamentamos nuestros juicios -los que tenemos sobre nosotros mismos y los que lanzamos sobre otros-, tanto más complicado es tomar conciencia de que lo necesitamos cuidar. Esto que es más complejo de lo que parece debemos aprenderlo, ponerlo en práctica, revisarlo y ejercitarlo día a día, de forma permanente.

Tener la pared llena de títulos es absolutamente inútil si mi incompetencia emocional me pone contra esa misma pared. Dicho con otras palabras, los conocimientos técnicos -la parte “hard”- nos igualan con otros antes o después en el mundo del trabajo. Son las competencias emocionales -la parte “soft”- las que siempre marcan y marcarán la diferencia.

En cualquier ámbito de nuestras vidas, nos a la hora de tratar con otras personas, tanto en lo personal como en lo profesional, damos especial valor a tres grandes parámetros de relación que es importante seamos capaces de aprender, desarrollar y ofrecer de forma permanente, aunque sea duro hacerlo:

Confianza: Ofrecer credibilidad a la persona con la que nos relacionamos, que nuestro histórico y experiencia nos avalen. Que nuestra palabra y nuestros actos transpiren veracidad.
Rectitud: Ofrecer unos comportamientos ajustados con la moral y los valores humanos, con sentido íntimo de honestidad y proyección de honradez, respetando los compromisos adquiridos, siempre con limpieza de intención, sin dobleces fruto de conveniencias egoístas y con elevada talla humana.
Actitud positiva: Ofrecer un empuje y entusiasmo inspirador, generador del contexto propicio para una buena comunicación y entendimiento, para crear un espacio que favorezca una franca relación en la que nuestros interlocutores puedan expresarse y trabajar con libertad, todo ello impregnado de un positivismo constructivo.

Sólo al ofrecerlo, los recibimos. Es sencillo. Cuando yo doy, alguien recibe de mi. Del mismo modo, también yo recibiré de alguien que da. La parte dura de esto es que son contados los que nos atrevemos a barnizar nuestros quehaceres profesionales de semejante ejemplaridad de confianza, rectitud y actitud. Además, recuerda que todos queremos trabajar en equipo bien, y por eso mismo demandamos liderazgo de altura y repetimos, una y otra vez, que debemos mejorar en comunicación.

Nos convertimos en un “gran profesional” cuando nuestra parte “soft” acompaña al 100% a nuestra parte “hard”. Es decir, cuando nuestros conocimientos técnicos y experiencia van envueltos de confianza, rectitud y actitud de forma permanente. Desde ahí es desde donde aflora el liderazgo, el trabajo en equipo, la comunicación, la motivación y lo mejor de nosotros mismos que llevamos dentro. Todo lo demás, ensombrece nuestro desempeño profesional y nos convierte en mediocres antes o después. No se trata de convertirnos en el abnegado empleado o de ser el sacrificado directivo, se trata de que tengamos presente que allá donde tengamos que realizar un trabajo, lo hagamos poniendo nuestro mejor conocimiento, nuestra mayor responsabilidad humana, la más limpia intención interior y la más alta talla actitudinal.

Déjame que te haga unas preguntas:

  • ¿Cuánto reconocimiento y aprecio te gusta recibir?, ¿el 100%?, ¿y cuánto reconocimiento y aprecio ofreces?, ¿supera el 10%?
  • ¿Te gusta que te digan las cosas bien, con buen tono y en buena actitud?, ¿y tu, podrías mejorar en tu estilo y manera en que las dices?
  • ¿Te gusta que te dejen con un “no” o un «eso está mal» y ya está, o agradeces una visión alternativa y positiva para poder aprender y adquirir experiencia?

Es el momento de que cuidemos del estado de ánimo de nuestros colaboradores; y de que también cuides del tuyo; y también es momento para exigir mucho, pero antes exígete a ti mismo también; pero desde la responsabilidad de una rectitud ejemplar y sabiendo que cada uno da lo que da desde sus capacidades. La clave reside en que con tu súper master o súper programa de posgrado, además, regales a tu gente el empuje de una actitud que ilusiona y la garantía de una confianza que aglutina, dos elementos que dan seguridad y que invitan a que todos despleguemos lo mejor que hay dentro de cada uno de nosotros.

Cuando ofreces y recibes respaldo en la dificultad para que den y des el máximo, contribuimos a que aflore tu talento y el de tu equipo. ¡Pero, claro, esto requiere humildad… y eso es muy duro!

Un abrazo. Borja.

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