Enfado o ira/rabia… ¿tú escoges?
Es bastante frecuente que en programas de coaching, escuelas de negocios, programas in-company, clases magistrales o conferencias, los formadores, coaches o conferenciantes, se refieran a la ira/rabia como una de las emociones básicas, llevando al enfado, el verdadero protagonista del restablecimiento de la dignidad, la rectitud y la legitimidad de la existencia de cualquier ser humano, a un lugar en el que pasa desapercibido y es ignorado.
Me pasa lo mismo que me pasaba cuando estudiaba marketing y administración de empresas, hace más de veinticinco años. En aquella ocasión me dijeron: “la forma más barata de publicidad es el boca-oído”. Carlos, nuestro profesor de Fundamentos de Marketing, insistió un par de veces… ¡¡¡boca-oído!!! …el que diga boca-boca, no sabe de lo que habla ni ha reflexionado nunca sobre el proceso de la comunicación entre personas. El boca-boca lo realizamos exclusivamente en las maniobras de reanimación cardio pulmonar (RCP) -insistía convencido-.
La palabra reanimar viene de “re” (volver, otra vez) y “ánima” (alma), reanimar significa volver a poner el alma, devolver el alma al que parece que la ha perdido –está moribundo-.
Cualquier emoción experimentada por una persona, le indica que tiene una necesidad o llamada en el alma que debe atender. Así, una “moción” es un movimiento en el alma. Las emociones son la energia asociada a esos movimientos del alma. La tristeza nos avisa de la necesidad de volver al interior (al alma) para amarnos a nosotros mismos y recuperar la sensación de plenitud propia -suele estar asociada a una pérdida-; el asco nos avisa de la necesidad de rechazar algo tras comprobar que nos genera una sensación de desagrado y rechazo (en el alma) de muy difícil acogida; el miedo es la necesidad de recuperar la sensación de seguridad interior perdida (la del alma) por un acontecimiento externo o por una situación que se escapa de nuestro control; la sorpresa es la necesidad de averiguar más y cómo ajustar nuestra reacción (desde el alma) ante algo inesperado o sobre algo que desconocemos; la alegría es la necesidad de compartir la plenitud y serenidad interior (la del alma) para expandirla a otras personas y, con ello, hacerla mayor y duradera; y, finalmente, el enfado, que es la necesidad de mostrar la incomodidad por una situación o persona que nos genera un desequilibrio de afecto (en el alma) para restaurarlo junto a la dignidad propia perdida.
El denominador común de todas estas emociones es la manera en que nos invitan a mirar hacia el interior, a observarnos, a cuidarnos. Nos plantean la necesidad de amarnos a nosotros mismos y procurarnos “auto atención” en las distintas situaciones que vivimos. Las emociones, gestionadas desde la madurez, nos ayudan a vivir porque son constructivas. La rabia y la ira son destructivas y van en contra de la integridad humana.
La rabia, es propia de los animales, sobre todo de los canes y roedores, y se contagia al hombre por la saliva en del mordisco. Al igual que la rabia, la ira está directamente asociada a comportamientos de perdida de control sobre uno mismo con intención destructiva. La rabia y la ira, pueden dar pie a la venganza. Una persona rabiosa o iracunda, es rehén de su propio comportamiento por imposibilidad de gobernarse.
Cuando algo nos desata la ira, es porque tenemos un dolor profundo (y tristeza) y queremos compensarlo con una satisfacción externa inmediata. ¿Y cómo nos satisfacemos? Con un comportamiento de venganza, que a su vez nos proporciona más dolor y tristeza, la cual deseamos compensar nuevamente, entrando así en un sin sentido que nos aleja de la esencia del ser, nos aparta de nosotros mismos y nos lanza hacia los demás con toda la capacidad destructiva que tengamos en el interior. La ira, esta envuelta en odio (el odio es amor deformado por la soberbia) y transmite miedo; odio hacia uno mismo y miedo a lo que los demás nos puedan hacer sentir. Daña nuestra autoestima y nos aleja de los demás, abocándonos a la soledad y el aislamiento.
El enfado, entendido como una emoción legitima que nos indica algo sobre nosotros mismos, nos aproxima a nuestro ser, a nuestra alma, nos ayuda a reencontrarnos con nuestra dignidad y se convierte en un puente para volver a «amarnos en virtud» a través de la relación de petición de restauración de equilibrio con los demás, desde el respeto a uno mismo y a los otros. Es pues, un constructor de autoestima y de legítima existencia. Para enfadarse “bien” es necesario tener muy claros los valores. El enfado es una expresión de amor a uno mismo y a los demás. El enfado invita a rectificar, es decir, contribuye a restablecer un comportamiento recto, y la rectitud es sinónimo de amor y de valores. Su característica es de respeto a uno mismo (amor propio) para el restablecimiento del respeto de los demás y con los demás (amor con otros).
La ira/rabia, nos aleja de la rectitud, nos deforma, nos desvirtúa y desde luego, poco tiene que ver con el amor. La rabia/ira, urde para la venganza, es cobarde e imprevisible, genera miedo y destrye la confianza. En la medida en que un enfado se nos va de las manos y se convierte en rabia/ira, nos convierte en seres dañinos y nos deforma hasta matarnos en vida por perder el control de nuestra existencia, aunque sea momentáneamente.
Así pues, te pido que te enfades, tanto como sea oportuno y tantas veces como sea necesario, pero, por favor, nunca te dejes llevar por la rabia/ira.
Un abrazo. Borja.