La paciencia

La frase que me inspira es de Giacomo Leopardi, poeta y erudito italiano de finales del siglo XVIII y principios del XIX… Dice así.

La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo.

En un mundo en el que la inmediatez y el “ya mismo” se ha convertido en un valor que nos ciega y nos mete en tensión, ansiedad y estrés, viene la paciencia a demostrarnos que podemos alcanzar lo que queramos cuándo nos entregamos y le dedicamos tiempo de atención a lo que tenemos entre manos.

Cuando adoptamos un ritmo interior de serenidad y acción estable, sostenida en el tiempo que nos permite alcanzar lo que nos proponemos, es entonces cuando hablamos de paciencia. Aquí, lo heroico es el gobierno de uno mismo y mantener durante ese tiempo nuestra mejor disposición interior.

La persona que es paciente tiene dominio de sí misma y acompasa su forma de desenvolverse en sintonía con lo que acontece… tiene la brillante capacidad de adaptarse al ritmo natural de las cosas.

Los impacientes creen que su tiempo vale más que el del resto, quieren que las cosas se acoplen a “su ritmo” y además sufren por tres razones: por querer huir del momento presente, porque les falta autogobierno y porque son egoístas. ¿Triste, verdad?

Quienes se enfrentan a situaciones, dificultades o proyectos de forma serena, con cintura, poniendo lo mejor de sí mismas… me parecen personas heroicas… y es que lo hacen como si nada, sin que se aprecie esfuerzo, sin ningún atisbo de “aquí estoy yo”, más bien todo lo contrario, con humildad.

Es un claro ejemplo de aceptación del presente y lo que acontece en él, es una elevada muestra de generosidad intangible que combina la entrega de su mejor disposición interior durante el tiempo que requiera la circunstancia.

La paciencia es una de las siete virtudes capitales y suele ser confundida con la pasividad, con la falta de reacción, con el aguante resignado y con la flojera de compromiso frente a la vida y sus obstáculos. Sin embargo, es todo lo contrario; por eso carece de toda apariencia deslumbrante.

Es sinónimo de fortaleza, de perseverancia, de paz interior y es el pilar fundamental para el desarrollo personal y profesional de cualquier ser humano.

Es difícil pensar en un gran escritor, un buen médico, un empresario reconocido o, por ejemplo, un pintor que haya trabajado de forma inconsistente e impulsiva, sin dedicación, sin haber invertido el tiempo a aprender de sí mismo, de los errores, del entorno, a mejorar técnicamente… y que lo haya hecho sin la debida paciencia.

Cuando lo dice Santa Teresa en su bien conocido: “la paciencia todo lo alcanza”, por algo será.

Y tú ¿dónde estás en relación con la paciencia?

Fuerte abrazo. Borja

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