Expectativas.
Hace algún tiempo, mi hijo pequeño me dio una simpática lección en un restaurante de hamburguesas de comida rápida.
– Papá, ¿ves la hamburguesa de la foto del panel?
– Sí, claro.
– Esa es tu expectativa de la hamburguesa. La realidad es lo que te vas a encontrar cuando abras el papel.
…y me quedé pensando: ¡sí que ha aprendido pronto la ecuación expectativa/realidad!
Ya en casa seguí reflexionando. Esto es lo que nos pasa con las personas; depositamos en ellas unas expectativas (promesas desconocidas para ellas) que además deben cumplir para nosotros. Y claro, la cosa falla por todas partes.
¿Cómo una persona va a cumplir una promesa que depositan en ella sin saber que la han depositado dicha promesa en ella? Es a todas luces imposible y, además, la frustración irrumpe con fuerza: “se te tenia que haber ocurrido”, es una expresión que condensa el caos emocional de la situación.
Cuando esperas algo de alguien con quien trabajas, convives o colaboras esporádicamente, debes explicarle con cercanía, llaneza y claridad lo que deseas y esperas de esa persona, para cuando lo deseas/esperas y el beneficio que reportará por hacer eso que le pides.
Cuando nos saltamos esto… nos metemos de lleno en un serio problema y lo peor es que acabamos culpando al otro de nuestra insatisfacción, cuando en el fondo deberíamos observar la baja calidad de la comunicación que desplegamos, la baja calidad de nuestra escucha, lo reducido de nuestra apertura y la baja capacidad de aceptar al otro tal cual es, con sus limitaciones y todas sus capacidades.
Es muy fácil culpar de tu insatisfacción a los miembros del equipo; lo difícil es comunicar bien, entregar un mensaje entendible, valorar a los otros según sus capacidades -no en función de tu listón- y convertir estos escenarios en oportunidades de crecimiento personal, de desarrollo en competencias y de mejora individual.
Dicho esto… ¡Es momento de dejar de culpar a los demás y de aprender a gestionar la frustración que te provocan tus incumplidas expectativas sobre ellos! Este problema está asociado a la calidad de tu comunicación… no a los otros.
– Todos somos excepcionales,
– Todos somos magníficos,
– Todos queremos hacerlo bien… y tú, sí tú, parece que con lo que esperas de los demás o tus expectativas mal enfocadas podrías estar causando daños innecesarios. Reflexiona sobre lo que dices, cómo lo dices y lo que metes debajo de lo que dices. Tus expectativas son tuyas, no suyas, así que conversa lo que quieras conversar, pide con claridad y detalle lo que necesitas, y estate siempre en disposición de aclarar todo lo que haga falta aclarar.
¿Qué vas a hacer a partir de hoy?, ¿cómo vas a sortear la trampa que supone para ti tus propias expectativas sobre otros?, ¿qué vas a hacer con tu modo de comunicarte para lograr una realidad de trabajo gratificante?
Es un proceso apasionante. Te deseo lo mejor.
Un abrazo.
Borja.