¿Te conoces, sabes cómo eres?

En el ámbito del liderazgo siempre comenzamos por el autoliderazgo. Ahí decimos que está el comienzo de todo. Y así es.

Empezamos a saber cómo somos y a conocernos de verdad cuando nos damos cuenta de lo que pensamos del otro y cómo le miramos. Ahí empezamos a descubrir de verdad quien somos y cómo somos. Es difícil de digerir, pero es así.

Quien tiene limpia su mirada ve bien al otro porque en su interior hay un quererse bien que le hace mirarse bien, con limpieza y aprecio y lo proyecta en la mirada de bien sobre otro. Sin embargo, quien tiene deformada su mirada ve mal al otro y es porque en su interior hay un quererse mal y con desprecio que le hace mirarse mal y lo proyecta en la mirada sobre el otro.

Aceptar con humildad que tenemos infinidad de miserias, defectos, carencias, complejos y limitaciones -igual que las tiene el otro, aunque sean distintas- y aun así tener un recto y equilibrado autoconcepto para aceptarnos plenamente con todo lo bueno y menos bueno que tenemos es el más difícil y primer paso que necesitamos dar.

El siguiente paso es aprender a tener una recta autoestima, es decir, saber aceptarnos plenamente y mirarnos con dignidad con todo lo que nos configura -lo bueno y lo menos bueno- desde la humildad, siendo capaces de acogernos con todo ello, y aceptar y mirar de igual manera a quien tenemos enfrente. Cuando miramos al otro de manera negativa o con desprecio, viendo en el otro lo malo que tiene, es porque nos hemos colocado en la dimensión del ego con nuestro propio desprecio, ese que sufrimos en primera persona de manera inconsciente y que proyectamos sobre quien tenemos enfrente.

Tendemos a decir con cierta ligereza que conocemos a alguien y, aunque así pueda parecer, realmente imaginamos cómo es. Es decir, vemos en el otro lo que somos; hasta ahí llegamos, nada más. Dicho en primera persona, ves en mi lo que eres tú.

Si ves en mí buen humor, es porque en ti hay buen humor; si ves en mí dejadez, es porque en ti hay dejadez; si ves en mi buena voluntad, es porque en ti hay buena voluntad; si ves en mí incapacidad, es porque en ti hay incapacidad; si ves en mí una cualidad, es porque en ti está esa cualidad; si me miras y tratas con desprecio, es porque te miras con desprecio y tienes desprecio sobre ti. Además, ten muy presente que si alguien te parece tonto, poco inteligente o incluso necio, es recomendable que observes tu comportamiento. O si llegas a odiarme u odiar algo en mí, es que ese algo está en ti.

Cuando críticas a alguien, estás proyectando la desaprobación que tienes sobre ti; cuando te quejas de algo o alguien, lo que estás haciendo es hablar de ti pero proyectándote en la otra persona o cosa. Esto es así de directo, aunque te empeñes en negarlo.

Mirándonos y observándonos en lo cotidiano en el trato con los demás, descubriremos quien somos y, más aún, bastará que abandonemos esas suposiciones (inventiva personal construida sobre la base de algunos datos seleccionados sesgadamente), juicios, comportamientos y proyecciones que volcamos en los otros para “saber quien somos».

Por eso es importante que nos observemos y aprendamos a mirarnos con una mirada limpia, sin prejuicios propios, sin etiquetas autoimpuestas -para bien o para mal-, porque lo que hagamos en nosotros, se reflejará en el trato con los otros.

Ah, y si eres de esas personas que les dice a otros que se revisen -señal de soberbia desmedida-, empieza tú primero en ti esa revisión.  Si son otros los que te ponen como blanco de sus acusaciones y te dicen que te revises, es muy probable o casi seguro, que sea su proyección la que deberán revisarse. ¡Ignóralos!

Quien se acepta a sí mismo, acepta al otro; quien se rechaza a sí mismo, rechaza al otro.

Un abrazo.

Borja.

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