La entrevista que se quedó sin publicar

Hacer las cosas de corazón, es hacerlas “de verdad”.

Siempre me gusta comenzar con preguntas para conocer mejor a la persona, el profesional ya vendrá después. Cuéntanos, ¿quién es Borja Milans del Bosch? ¿Cuáles son tus sueños?

Con más de cincuenta años, sigo sintiéndome un niño que mira con ilusión cada día que empieza. Soy un enamorado de la vida, un loco apasionado de las personas desde que mi vida dio un giro en lo profesional en 2005 y un fuerte vuelco espiritual interior en 2010, durante un viaje a Bosnia y Herzegovina.

Creo en las personas y amo al ser humano por encima de todo. Es algo que me cuesta explicar con palabras. Muchos de mis clientes y alumnos dicen que me recuerdan por la calidez y profundidad emocional que transmito en mis intervenciones y por los abrazos que ofrezco al acabar cada jornada. Muchas personas rompen a llorar en mis brazos en tan solo unos segundos.

Creo que todo el mundo tiene algo interesante que contar y está necesitado de acogida para poder expresarse con verdadera libertad interior. Soy sincero, recto y tan humilde como me lo permite mi ego (quizás no debería decir esto, porque es una tarea ardua en la que siempre tropiezo).

Estoy casado con la mujer de mi vida y soy padre de dos hijos maravillosos. Cuando me doy cuenta que he cometido un error o he molestado a alguien, pido perdón –aunque me cueste- y siempre tengo una mano tendida hacia quien lo pueda necesitar. Gracias a Dios vivo sin rencor de ningún tipo.

Escribií un libro, “Ser Ejemplo. Pequeños grandes líderes”, en el que creo que transmito e invito al profesional de empresa que desplegar comportamientos virtuosos de amor inteligente, valores humanos y liderazgo ejemplar en los ambientes de trabajo acaba por transformarnos como personas, transforma los equipos a los que pertenecemos, transforma las micro-sociedades empresariales y, por ende, transforma la sociedad de la que formamos parte.

Esto es perfectamente posible, basta con que de forma individual nos comprometamos con un cambio de actitud y lo mantengamos en el tiempo por medio de nuestras acciones.

Ahora metámonos de lleno en la parte profesional.

¿Qué hace Borja? ¿Cómo llegó a hacer lo que hace? ¿Qué está haciendo?

Cuando me preguntan qué hago, contesto en broma que “cuido personas”. En realidad hago intervenciones formativas de variada temática y conferencias de impacto allí donde me abren las puertas, siempre con un denominador común, el liderazgo humanista. Me dedico a fomentar y promover los comportamientos sujetos a ética y moral en el ámbito de empresa, algo con lo que estoy especialmente comprometido desde que me despidieron de una gran multinacional de telecomunicaciones allá por 2005.

La empresa que me despidió me ofreció un proceso de outplacement –ayuda a la recolocación- y dio resultado. Sin embargo, a los seis meses me volvieron a despedir de la nueva empresa. En aquel momento llegué a estar en un verdadero pozo oscuro del que no veía la salida. Dejé de creer en las personas, dejé de creer en las empresas y, por supuesto, dejé de creer en lo que había hecho hasta el momento. Mi vida personal y profesional habían perdido sentido por completo. Había dejado de creer en mi mismo; no sabía qué hacer en mi vida.

Fue Julia Borrego, una consultora senior la que, a la vista de los resultados que se evidenciaron en un perfilado profesional que realicé para el autocnocimiento, me hizo una pregunta de siete palabras que cambió mi vida: ¿Por qué no te dedicas al coaching? Tras reflexionar un poco pensé: ¡¿y por qué no?!

Acudí a una escuela de coaching, me matriculé y comencé un proceso de re-descubrimiento como persona. Me encontré con unos maravillosos dones y talentos que me permitieron ver con claridad mi propósito de vida y ser quien estaba llamado a ser. A partir de ahí, y con mucho esfuerzo, logre afrontar la permanente evolución interior en la que sigo inmerso desde entonces; así mi vida profesional también comenzó a mejorar. Personalmente recuperé mi fortaleza y profesionalmente me entusiasmé. En 2006 puse en marcha mi propia empresa y un año después una ONG que ofrecía servicios de coaching a personas en riesgo de exclusión social y/o profesional. Desde entonces hasta ahora he tenido la oportunidad de trabajar en proyectos muy variados y de gran calado con clientes muy variados y habiendo impactado de forma directa en miles de personas. Me siento verdaderamente privilegiado.

¿Qué retos profesionales estas afrontando para estos próximos años?

Como he dicho antes, el mayor reto profesional que estoy afrontando en estos últimos años es promover el liderazgo humanista, ese que nos vertebra a las personas que damos vida a las organizaciones, sea cual sea la dimensión de la empresa, su nivel de responsabilidad y/o jerarquía. El entorno profesional está muy endurecido y es necesario rehumanizarlo. Creo que es un desafío de una envergadura significativa.

Y, ¿por qué este desafío? Porque, lo reconozcamos o no, todos necesitamos satisfacer en el día a día de trabajo tres grandes necesidades: afecto (calidez en el trato, cercanía con respeto y acogida), re-conocimiento (ser valorados por nuestra singularidad y dignidad humana ante todo; también por nuestro conocimiento técnico, nuestras capacidades y experiencia) y actitud positiva (necesitamos el respaldo, empuje, optimismo y ánimo permanente de quienes son nuestros compañeros, subordinados o jefes).

Pedimos a gritos tener satisfechas estas tres necesidades, pero tristemente también somos muy rácanos a la hora de satisfacerlas. Debemos tomar conciencia de que para poder recibir afecto, re-conocimiento y actitud positiva, alguien debe ofrecerlo, que debe salir de alguien. Y si esos otros lo quieren recibir –tienen todo su derecho-, somos nosotros los que debemos ofrecerlos. Igual que si lo queremos recibir, otros las deben ofrecer. Cuando damos todos, recibimos todos.

El gran desafío es lograr que las personas -los profesionales que trabajamos- ensanchemos la capacidad de trato, abandonemos egoísmos –fruto de la inseguridad y el miedo-, y tengamos la valentía de comenzar a cuidarnos unos a otros en el trabajo y a velar los unos por los otros en la misma medida en que nos gustaría que cuidasen y velasen por nosotros.

Esta pequeña receta es motor de transformación de personas y de culturas corporativas enteras. Es fundamental que todos nos comprometamos con ofrecerlo, en vez de comprometernos con exigirlo. Debemos abandonar el “cada uno a su bola” y dar un paso al frente para contribuir a mejorar el ambiente en nuestros entornos, puesto que también nosotros agradecemos cuando los otros dejan de mirarse el ombligo y contribuyen a que estemos mejor. Las ambiciones materiales que tanto nos ciegan en tantas ocasiones, deben quedar a un margen.

Es necesario que desarrollemos la sana y necesaria costumbre de cuidar a nuestros compañeros de trabajo, algo que es perfectamente compatible con que trabajemos con altos niveles de profesionalidad, compromiso y responsabilidad. De hecho es una forma muy responsable de desarrollar nuestro desempeño profesional, ya que en un ambiente sano, positivo y sujeto a valores tendemos a rendir hasta un 87% más.

Lo demás es incurrir en un coste de no calidad actitudinal que es inasumible. ¿Cuántas veces hemos pensado que un buen ambiente de trabajo es más importante que una buena retribución (aunque también sea importante)?

Lograr todo lo que lograste ha debido ser difícil. Al fin y al cabo, el camino del éxito requiere esfuerzo y superación personal. Pero centrémonos en los miedos… ¿Cuáles tuviste que superar durante el camino? ¿Cómo lo lograste?

El miedo que más me cuesta superar es el miedo a brillar. Aunque por un lado todos buscamos destacar de alguna manera, cuando verdaderamente descubrimos la actividad u ocupación en la que nos reconocemos capaces de cualquier cosa y que nada nos puede frenar, descubrimos que también nos impone mucho respeto. El potencial que tenemos como seres humanos en esa actividad que cada uno sentimos única es lo que nos debe animar a romper esas barreras interiores que nos permitirían ofrecernos a los demás en plenitud.

Es como un pudor impresionante que me hace ir con pies de plomo. Es como cuando en clase, aún sabiendo la respuesta a una pregunta que hacía el profesor, nos quedábamos callados por evitar hacer sombra a nuestros compañeros o por evitar pasar por listillos; negábamos nuestro brillo por temor a ser rechazados o sentir soledad. Mi desafío personal pasa por esforzarme en ser más y parecer menos.

Y continuando con el miedo… ¿Cómo crees que sería una sociedad sin miedos? ¿Cómo te la imaginas?

Para responder a esta pregunta, me parece necesario a cambiar la palabra sociedad por la palabra persona, ya que muchas personas conviviendo, forman una sociedad. Una persona (sociedad) sin miedos, es una persona (sociedad) libre, es una persona (sociedad) sin ataduras ni complejos, es una persona (sociedad) con capacidad de reconocer la adversidad y de enfrentarse a ella sabiamente de manera efectiva y con determinación. Es una persona (sociedad) tremendamente madura y completamente responsable –sin victimizaciones- que vela por el bienestar de sus miembros (otras personas).

Imagino una persona (sociedad) con un estado de ánimo alegre, una persona (sociedad) satisfecha con la claridad y rectitud de sus principios, la alta talla de sus comportamientos y el despliegue de valores en cada ámbito de actuación.

Me parece importante entender que la libertad es un ejercicio de responsabilidad y rectitud, en el que cada persona tira de sus propias riendas para dejar espacio a otras personas a las cuales respeta por encima de todo. La libertad bien entendida y empleada es aquella que nos ayuda a elegir el bien y a llevarlo a cabo con acciones y comportamientos sujetos a ética y moral. El respeto y la búsqueda del bien común debe prevalecer para sentir esa libertad.

¿Qué es para ti “hacer las cosas de corazón”?

Hacer las cosas de corazón es hacer lo que haces amando el proceso de hacerlo y poniendo la mejor disposición interior. Requiere una muy exigente limpieza interior y muy alta generosidad humana y actitudinal. En este sentido, como decía San Francisco de Asís: “recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevarte contigo nada de lo que has recibido, sólo lo que has dado”. Hacer las cosas de corazón es dar el máximo de uno mismo en el proceso de hacer lo que tengamos entre manos.

Cualquier otra cosa que hagamos sin poner el corazón, es hacerlo “de mentira”, sin interés, forzados y fingiendo. Trabajar en un proyecto innovador, contribuir con esfuerzo a una iniciativa y hacerlo de mala gana, genera mucho daño y, tristemente, es lo habitual; así estamos todos de dañados en lo profesional. Hacer bien el bien, pasa por hacer las cosas de corazón, es hacerlas de verdad, sin dobleces de intención, con entrega y generosidad, poniendo tus capacidades y potencial en juego de forma plena al servicio de una persona, proyecto o causa.

Una cosa que me gusta mucho de ti son tus habilidades de comunicación. ¿Cómo consigues llevar lo abstracto a lo concreto y cerrarlo con una frase pegadiza, una frase “tuiteable”? ¿Qué hiciste para lograr ese nivel de comunicación?

Creo que mi estilo o nivel de comunicación es así porque hablo desde el corazón. Lo que cuento, lo cuento porque me ha pasado a mi, porque me ha sucedido en primera persona y sé que sí se lo entrego con cariño a cada una de las personas que me escuchan es posible que les sirva de algo. A parte de eso, procuro conocer bien la materia.

Reconozco que comparto cómo me sientan las cosas, cómo reacciono ante situaciones, cómo eran mis respuestas anteriormente y cómo son ahora. Me gusta utilizar un lenguaje sencillo y comprensible en el que haya poca paja y mucho grano. Mentalmente, me digo algo que me hace estar muy pegado a tierra y me ayuda a desterrar palabras sofisticadas: tienen que entenderlo todas las personas que me escuchan, con independencia de su formación, tipo de educación y ámbito del que provengan… ¡Y funciona!

Como apasionado de los buenos libros nunca pierdo la ocasión de que gente interesante me recomiende libros que valgan la pena. ¿Cuál fue el libro que más te ha impactado en tu vida? Si te es muy difícil contestar puedes mencionar dos títulos.

Reconozco que no soy buen lector, incluso leo menos de lo que debería.  En ese sentido, son pocos los libros que me han sorprendido y menos aún impactado. He de decir que me gustan los libros que me aportan una perspectiva profunda del ser humano y de sus comportamientos.

Hay dos libros muy distintos entre sí que me han gustado mucho: El Hombre en Busca de Sentido (Viktor Frankl) y la Biblia, lo que pasa es que este último requiere de mucho tiempo y mucha reflexión. Eso sí, cuando aprendes a leerlo desde el corazón, te aporta un pensamiento trascendente que te muestra de forma significativa la importancia de los valores y la rectitud de vida de un modelo a seguir: Jesucristo. Te das cuenta que hay una sabiduría muy profunda y de gran aplicación en el día a día que está siendo ignorada. El problema es que hay mucho prejuicio y no está de moda.

¿Qué ha sido lo más apasionante y rompedor que descubrirse el último año?

He descubierto que después de los muchos años que llevo trabajando, me siento como si estuviera en el primer año de mi vida profesional. Me veo como un principiante que le queda todo por aprender y que, aunque sé algo de muy pocas cosas, daría todo lo que sé por saber la mitad de lo que aún desconozco.

He descubierto que las cosas que verdaderamente nos llenan y nos hacen felices son aquellas que las seguiríamos haciendo aunque no nos pagasen por ello; y, es triste, pero nos falta la costumbre de practicarlas. También he descubierto que cuanto más perdonas los comportamientos de los demás y los tuyos propios en lo profesional y en lo privado, tanta más fortaleza interior desarrollas y tanto más confiable te vuelves hacia los otros, pero sobre todo hacia ti mismo.

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